miércoles, 5 de febrero de 2014

Qui docet docere?

En aras de la transparencia y antes del inicio de esta entrada quiero aclarar que en mi calidad de docente de la Secretaría de Educación Distrital, estoy afiliado a la Asociación Distrital de Educadores - ADE, desde octubre de 2010. Dicha afiliación en ningún momento compromete mis puntos de vista alrededor de los temas expuestos en esta entrada en particular, o el blog en general.



La entrada inaugural de este blog, que discutía algunas de las implicaciones asociadas a los resultados en las pruebas PISA por parte de los estudiantes colombianos, aclaraba como este es un problema multidimensionado en el que las políticas públicas solo llevan parte de la responsabilidad en toda la situación, y en el que los docentes tienen un grado de responsabilidad que no han podido (O no han querido) asumir.

Para darle una mirada a este tema, debemos tener en cuenta una complicada realidad que apunta a como, en Colombia, la profesión docente goza de tan poca estima social, no en vano, las elecciones presidenciales de hace cuatro años vieron como Juan Manuel Santos usaba de manera condescendiente el título 'Profesor' para debatir con Antanas Mockus. Como consecuencia de esta poca estima social hacia la profesión docente, esta no es una profesión que sea buscada por los jóvenes bachilleres que eligen continuar su educación al finalizar el colegio, como lo sugiere este editorial de El Espectador, que hace eco de las estadísticas que se han citado en otras ocasiones sobre la calidad de los estudiantes que llegan a las carreras de licenciatura, dejando en el aire una pregunta inquietante, ¿Si los que fueron estudiantes mediocres ahora son profesores, que educación están recibiendo los que ahora son estudiantes?

El hecho que sea una pregunta tan cargada hace que hacerla sea difícil y responderla aun mas; puede ser fácilmente interpretada como un ataque ad hominem a los docentes, ángulo que ha sido aprovechado hábilmente por instancias sindicales, como es el caso de FECODE, que a lo largo de los años, ha montado un elaborado discurso alrededor de la idea de evaluación docente (Uno de los temas en el corazón de la pregunta), afirmando que es un artilugio neoliberal y poniéndole el odioso remoquete de 'Evaluación - Sanción', mientras que se aferran a la tesis de la docencia escolar como actividad exclusiva a quienes tienen escrito 'Licenciado' o 'Licenciada' en su diploma universitario y oponiéndose de forma casi fanática a la idea que lleguen profesionales no licenciados a las aulas de clase. 

Volviendo al tema de los efectos de la poca estima social de la profesión docente, se podría argumentar que los esfuerzos en lograr estabilidad salarial y laboral a los docentes, y los estímulos en escalafón basados en formación de posgrado (Entre otros) han sido esfuerzos para atraer a los profesionales a la docencia, sin embargo, estos esfuerzos han tenido un efecto infortunado en la medida que lejos de atraer 'sangre nueva' al magisterio, la han convertido en una especie de escampadero, donde el cumplimiento de estándares mínimos de calidad laboral y educativa es necesario para garantizar la permanencia y la excelencia no es reconocida o estimulada de forma significativa.

En este escenario, sería razonable afirmar que, independientemente de la efectividad de los esfuerzos institucionales para incrementar la calidad docente, es evidente que buena parte de la responsabilidad actual recae en los docentes y en las organizaciones que han constituido, las cuales, se han dedicado mas a pedir reivindicaciones desde lo sindical, pero han hecho poco para una constitución gremial efectiva que tenga su importancia como garantes de calidad educativa.

ADDENDUM: Después de publicada la entrada, me encontré, gracias a Francisco Mejía, con esta entrada en el blog Desarrollo con Impacto, escrita por Rosangela Bando que plantea tres puntos muy claros para hacer efectiva la evaluación docente.

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